La cara amable se coló a través de un descuido, un pequeño deterioro en la cara oculta del espejo. Con la precaución de cerrar la amalgama, evitaba ser enviado de vuelta por el mismo lugar por donde entró. Tras la garra, apareció el perfil que enmudece el semblante y hasta los huesos blanquea.
Yo le vi entrar. Ahora sé que quiso que le viera, quiso mis pupilas bordeando su silueta, perfilando cada una de sus aristas verdes, de sus escamas iridiscentes. Ahora sé que para vivir necesitaba mi celeste, azul oscuro de mirada nocturna, aguamarina con el sol y el mar de las Pitiusas.
lunes, abril 2
Enredo en silencio.
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